miércoles, 23 de diciembre de 2009

Loma Primo de Rivera y su héroe Realista



Si usted alguna vez se ha sentado a disfrutar en nuestro hermoso “Parque Primo de Rivera”, le proponemos regresar a la historia observando desde su loma, e imaginándose los sucesos que allí acontecieron y aquí le contaremos….

Don Joaquín Primo de Rivera Ortiz de Pineda, antepasado del Marqués de Estella, desempeñó “un cargo de alta representación y responsabilidad”. Su nombre ha quedado grabado en el acontecimiento más importante de nuestra historia patria.

Su juventud y arrogancia le habían hecho distinguirse entre todos los oficiales. A los 35 años ya gozaba del cargo de Jefe del Estado Mayor, del que se hizo acreedor por su valentía y decisión. Su participación en Quechereguas y Cancha Rayada, había formado a su alrededor una aureola bien ganada que sostuvo con energía en la Batalla de Maipú.









La historia, parca en palabras, dice: La última etapa de esta batalla sangrienta la cubrieron los Granaderos de San Martín contra los Cazadores de primo de Rivera, cuyo mando tomó él mismo en campo de batalla. Las más brillantes espadas de ambos mandos se unieron en esos momentos decisivos para las armas españolas, derrotadas ya en toda la línea, y de esta manera, cuando los vencedores quedaron en número aplastante por sus heroicos contendores, los brillantes jefes españoles que llamaron Ordóñez, Morgado, Latorre, Morla, Berroeta, Besa, Bayona y tantos otros, como Primo de Rivera, que la rindió al heroico y caballeroso Las Heras. De allí se puede definir el nombre de esta loma, antes un cerro sin historia.

Se sabe que a estos valientes se les envió a Santiago, alojándose en la Sala del Consulado, destinándoseles posteriormente, por orden de San Martín, a San Luis de la Punta, República de Argentina, en calidad de prisioneros de guerra.

Primo de Rivera tenía en su alma el sentimiento de no haber podido alcanzar el triunfo que esperaba para su rey, bien comprendía sin embargo, que él había puesto de su parte todo lo que era capaz para lograrlo. “Pero su valor nada podía contra la decisión de nuestro pueblo que ya había encontrado el tesoro de la libertad”.

Durante un tiempo gozaron de relativa tranquilidad hasta que el pérfido Monteagudo les hizo caer en una inicua conspiración el lunes 8 de febrero de 1819, donde Morgado, Morla y Ordóñez cayeron postrados a garrotazos. Sólo Primo de Rivera, más feliz que sus amigos, encontró al alcance de su mano una carabina y, mordiéndola por el cañón, se disparó la bala en el cerebro, sucumbiendo así por su propia mano, antes que a la de los brutales esbirros, al parecer aleccionados con anterioridad. (“La Guerra a Muerte”, Benjamin Vicuña Mackenna).





De esta manera terminó la vida del soldado valeroso que en nuestros campos tendió su altiva mirada buscando horizontes promisorios que no le fue posible encontrar. Nosotros tenemos a la vista su campo de acción y Chile ha sabido siempre admirar al hombre valiente, así fue la oportunidad para confirmar a través de denominación de la loma, esta indigne actitud.

Primo de Rivera, como dice el historiador don Fernando Campos Harrier, “es una de las figuras más brillantes, nobles e infortunadas del ejército de Osorio”. Sin embargo, ahora trato de reivindicar su figura infausta contándoles a ustedes su historia y una parte de nuestra historia también.

Crónicas de Maipú
Dolores Pizarro Vidal